Jueves, 01 de Enero de 2015
Miércoles, 29 de Septiembre de 2010

Dulce pesadilla

Por Ale Cosin | Espectáculo Aniquilar a la niña

Aniquilar a la niña es un verdadero ejercicio de desbloqueo. Imposible, o casi, poner la atención sensorial únicamente en un estímulo (visual, auditivo, kinestésico). Imposible, o casi, saber cuál de los estímulos fue el protagonista. Casi imposible definir el espectáculo con alguna categoría demasiado cerrada, porque ahí están la música tocada en vivo, la presencia inquietante de una bailarina" incatalogable", videos en monitores, un tratamiento visual que abarca la iluminación, la escenografía y el vestuario. Todo muy cuidado, todo conscientemente ubicado para cumplir la función primordial: un REM (Rapid Eye Movement) en vigilia. Y por asociación, la imagen de un sueño intranquilo.

La pieza se divide en dos partes, en las que varía la presencia del video y la narrativa, enfatizada por el cambio en el vestuario y la iluminación.
Si bien, estrictamente hablando, hay en el espacio una bailarina, Florencia Gleizer (con un registro de movimiento extraño y contrafemenino, en el sentido más ortodoxo), se debe considerar al músico, Rodrigo Gómez, un performer con altísima presencia en escena. El cuerpo de Gómez produce la sensación de estar bailando. Es un personaje que con su cuerpo entabla una relación "impregnante" con todo lo que sucede; con lo que hace Gleizer en el espacio, con la iluminación, y con sus instrumentos musicales, que conforman una verdadera banda de rock ejecutada por él mismo. La relación es dialógica, a veces de forma suave y otras decretando guerra.
Él es encargado de decir el texto, escrito por Gleizer, y ése es un momento más abierto hacia el público: "Triste luna llena o pobre niña tonta. Todos me quieren dirigir. Todos ven en mí la docilidad que permite realizar sus deseos que son órdenes. Todos entienden que será fácil. Un poco de sugerencias, un poco de organización, un poco de autoritarismo. Egos...".
De todos modos, en líneas generales puede hablarse de una estética con reminiscencias cyberpunk, pero al mismo tiempo con una gran influencia de la psicodelia artística de contracultura, un sincretismo que da como resultado una blasfemia en colores, algo chocante y que, a la vez, atrapa. Algo que asusta y es, también, extremadamente tierno.
Es importante destacar que el proyecto ha pasado por diferentes formatos (más o menos performáticos o mediados). Una práctica, quizás, en desuso, cual es la de probar una idea o un conjunto de ideas relacionadas en distintas instancias, como exámenes de laboratorio, con el objetivo de exprimir todo lo que pueda dar. Al mismo tiempo, el dúo trabaja junto en otros proyectos, uno de los cuales es otra invitación imperdible: las Fiestas Sintomáticas, en las que presentan Formato Living, 1 bailarín / 1 músico. Un espacio particular. Qué les propone. En el momento; un entrenamiento de percepción al que pocos se atreven.

Publicado en: Críticas

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