¿Qué es un productor de teatro? ¿En qué consiste su tarea en Buenos Aires y su realidad teatral? ¿Cuál es la situación con la que se encuentra la nueva camada de productores? Algunos de los que comenzaron a trabajar en los últimos tiempos, reflexionan en esta nota sobre cuál es su lugar, cuáles las confusiones más habituales a la hora de convocarlos y acerca de lo que suponen será la proyección de esta tarea en los próximos años. Ellos son Andrea Hanna, Mara Guerra, Vanina Fabrica, Gabriel Cabrera, Paula Travnik, Milagros Gallo, Natalia Felder y Luciana Zylberberg.
Hay algo en lo que la mayoría de los entrevistados coincide y es en que en estos tiempos, y en este sitio del mundo, un productor ejecutivo tiene un lugar más grande que antes. Pareciera que se empieza a vislumbrar que esta tarea es necesaria para arribar a buen puerto. “Lentamente se observa que el lugar del productor va siendo reconocido por los colectivos teatrales como una figura importante, en lo referente a la organización del proyecto teatral, no sólo en lo que respecta a las cuestiones administrativas, por cuanto el productor aporta una mirada muchas veces más realista y objetiva, sin dejar de lado la visión estética”, apunta, para abrir el tema, Andrea Hanna. ¿Es que antes no existía la producción? ¿Cómo se las arreglaban los grupos y elencos? “No es que el rol del productor no existiera antes, sino que no era autónomo –asevera Vanina Fabrica. Diversas personas se encargaban de cumplir esa tarea, pero ante la creciente demanda de aspectos que no todos parecen querer o poder resolver, el productor comenzó a tener autonomía. De esa manera empezaron a surgir personas que entendían que tenían esas habilidades y capacidades de resolver problemas, y las cooperativas empezaron a agradecer la emergencia de la autonomía”.
La tarea del productor no es siempre la misma a lo largo de los años. Por otra parte, su presencia en los ensayos y en el crecimiento del espectáculo es mayor que la de antes: “El teatro es un arte, una disciplina que está en constante desarrollo, sin certezas ni pragmatismos. Por eso es importante que el productor acompañe todo el proceso creativo de un proyecto”, sostiene Milagros Gallo. Su relación con el escenógrafo, el vestuarista u otras disciplinas que constituyen el polifónico lenguaje del teatro, es mucho más directa que en otros tiempos. “El lugar del productor es el de recoger la expresión colectiva del hecho teatral, vinculando en una sola entidad las diferentes prácticas artísticas, técnicas y administrativas necesarias para transformar un proyecto en un espectáculo”, considera Natalia Felder.
Existen, hoy, experiencias singulares, como consecuencia del crecimiento y la importancia que se le da en estos momentos a la tarea de la producción. Por ejemplo, hay algunos productores abocados a un espacio teatral en particular, lo cual le da una característica específica a su tarea, ya que ésta no consiste en trabajar en un solo espectáculo, sino en función de un proyecto más abarcador. Es el caso de Paula Travnik y Gabriel Cabrera, de la sala Elkafka: “La particularidad de trabajar en Elkafka es que integramos una cooperativa de trabajo donde ocupamos el rol de la coordinación general de la sala, desde la parte de la producción. En vez de trabajar con un director, trabajamos con diferentes directores, productores, asistentes, para que puedan convivir y realizar sus proyectos en la sala, siempre con el objetivo de preservar lo artístico de cada uno de los proyectos".
Otro de los puntos importantes a analizar es si, para desempeñarse en estos carriles, se requiere formación y qué clase de formación. He aquí algunas respuestas:
“A lo largo de los años tomé diferentes cursos, talleres y seminarios de actuación, puesta en escena, iluminación, etc. Estoy, además, a punto de terminar la Licenciatura en Artes Combinadas (UBA), que me ha dado un marco conceptual y de cultura general interesante, además de abrirme un espacio a la crítica teatral y la investigación. Mi formación específica en producción la hice con Gustavo Schraier en los seminarios que da para la Fundación de Amigos del Teatro San Martín”, cuenta Luciana Zylberberg. “Tengo formación actoral (Conservatorio Nacional) y estoy terminando un postgrado en Administración de Artes del Espectáculo, que se dicta en el Observatorio Cultural de la facultad de Ciencias Económicas (UBA), explica Mara Guerra.
Andrea Hanna, Paula Travnik, Gabriel Cabrera, Vanina Fabrica y Natalia Felder, también se formaron con Schraier, quien, con sus seminarios, vino a llenar parte del vacío formativo que, según él relata, existía en el momento en que comenzó a desarrollarse en este rubro. “Gustavo propuso un formato muy interesante al que llamó Laboratorio de producción teatral, donde cada uno de nosotros, la mayoría con proyectos teatrales en proceso, exponía sus dificultades y propuestas de resolución. Esto generaba un espacio de discusión e intercambio que, sumado al material que Gustavo traía cada jornada y a su experiencia, iba asentando la formación desde lo teórico-práctico. El hecho de que el formato haya sido basado en la práctica, me parece que fue fundamental y posibilitó el rápido ejercicio con resultados, al menos, aceptables. Digo aceptables porque considero que con cada proyecto se aprende y perfecciona la tarea”, relata Hanna.
También Paula y Gabriel pasaron por este “laboratorio”: “Cada uno de nosotros venía de hacer algo relacionado con el teatro: actuación, danza, caracterización. Como productores teatrales nos formamos fuimos parte del Laboratorio de Producción Teatral I, en el año 2000, en el Rojas, y creemos que nos seguimos formando y aprendiendo de cada proyecto, de los diferentes directores y equipos que nos dan su aporte día a día”.
“Soy licenciada en relaciones internacionales- puntaliza Felder- y mientras estudiaba la carrera empecé a incursionar en el teatro a través de cursos de actuación, hasta caer en el primer laboratorio de producción de espectáculos, a cargo de Gustavo Schraier. Asimismo, hice un máster en gestión cultural en la Universidad de Barcelona”.
Algunos se hicieron productores en el transcurso del trabajo mismo, pero todos tienen alguna formación artística: “Me formé trabajando y trabajando. Trabajo mucho y desde hace muchos años. También soy actriz. En algún momento, recién terminado el secundario, empecé a mirar distintos lugares y estudié escenografía, maquillaje, fotografía, video. Más adelante, ya desarrollando mi actividad en producción y actuación, estudié puesta en escena, con Rubén Szuchmacher, y gestión cultural”, rememora Milagros. Cuando Vanina Fabrica cuenta cómo se formó, toca un punto interesante del trabajo del productor: “Al principio fue a los golpes, con la colaboración de tantos profesionales que tuve y tengo la suerte de compartir el hermoso proceso creativo. Con ellos, día a día sigo aprendiendo. Luego me enteré de los seminarios de Gustavo Schraier, los cuales me brindaron muchísimas herramientas y, en muchos casos, la posibilidad de anticiparme a los problemas que se presentan. Él, eternamente con su apoyo será una guía en esta profesión”. Anticiparse a los problemas, entonces, prever los obstáculos, son algunas de las claves de la producción.
Más allá de la innegable importancia de la teoría, muchos de estos productores enfatizan la importancia de la práctica como aprendizaje: “Uno se hace en la práctica y cada proyecto lo fuerza a confrontar con diferentes necesidades de producción. Siempre nuevas. Los problemas nunca son los mismos. Yo recién empiezo y en los últimos dos años aprendí mucho, sobre todo de las personas con las que trabajo, que suelen tener mucha más experiencia teatral que yo. Y eso es lo interesante”, asevera Mara Guerra.
En un sentido similar, Natalia agrega: “Creo que es importante que existan seminarios, cursos o incluso una carrera corta sobre producción. No obstante, mucho de esta profesión se aprende con la práctica”.
Ahora bien ¿cómo se llega a ser productor? ¿Cómo alguien advierte que tiene esa habilidad? Las historias son variadas. “La verdad es que todavía no sé como llegué a dedicarme exclusivamente a este rol, a construir este rol- se pregunta Mara. Sé que lo elijo cuando me permite trabajar en proyectos a los que adhiero estéticamente o que me permiten trabajar con personas a las que admiro artísticamente. Me gusta formar equipos o ser parte de un buen equipo de trabajo. En general, me interesan aquellos proyectos en los que además de absorber todos los aspectos de la producción, tengo espacio para proponer creativamente o divertirme resolviendo de forma creativa.
“La vida me fue llevando hacia el rubro de la producción. Esto empezó como un trabajo paralelo y terminé inmersa en él por completo. Es algo que disfruto (a pesar de los muchos dolores de cabeza que me da). En esta sociedad insatisfecha, el hecho de poder desarrollar una profesión que de satisfacciones, ya es un regalo”, cuenta Natalia, que no es la única sorprendida y, a la vez, agradecida, por tener la posibilidad de dedicarse lo que le gusta. También la dupla Cabrera-Travnik lo siente así. “Creo que, por nuestra manera de ser, no nos conformaba estar en una parte del proyecto (como actores, como caracterizadores, etc). Necesitábamos pararnos en otro lugar y saber cómo era esto de coordinar y planificar el todo y tener una mirada de lo macro, del producto en general. Y aquí estamos. No sabemos qué es lo que pasó, pero pasó y nos sentimos felices de ser productores”.
Pero ¿cualquier persona tiene la capacidad de ser un productor? ¿Qué habilidades se requiere? Las opiniones al respecto son variadas. “No creo que haya que tener un don o habilidad particular para serlo. Tal vez sí me atrevo a decir que no cualquiera es un buen productor, previsor, ingenioso, creativo. Creo que hay que tener cierta formación, interés, conocer el medio. En cuanto a las características, creo que es importante tener capacidad de gestión, background en lo artístico, ser organizado y meticuloso (un poco obsesivo), capacidad de análisis y autocrítica, ser buen administrador”, arriesga Luciana. Mara piensa que “…para hacerse cargo de la producción de un proyecto teatral independiente, básicamente hay que tener muchas ganas de ser parte. La motivación no es económica, sino que pasa por involucrarse en buenos proyectos, obsesionarse un poco con que las cosas salgan bien y llegar a un estreno lo menos estresado posible. Obviamente, cuanta más experiencia se tenga, más rápido se resolverán los problemas y mejor se podrán orientar las exigencias artísticas y administrativas del proyecto”. De todas maneras, el hecho de que ellos tengan clara cuál es su tarea, no implica que suceda lo mismo con quienes los convocan: “A mí me llama la atención que, incluso la gente del medio teatral, confunda tanto el rol del productor- se queja Luciana. Creo que muchas veces el rol del productor y también el de los encargados de la difusión o prensa de un espectáculo, sirven como chivos expiatorios cuando éste no tiene la asistencia de público esperado o las críticas deseadas. Muchas veces, cuando me llaman, ni siquiera tienen muy en claro para qué me están convocando. Eso es consecuencia directa del desconocimiento que hay sobre el rol y los alcances que tiene la tarea del productor”. “Creo que éste es el punto más complejo-opina Mara. La función en cada proyecto suele ser diferente y responde a su propia naturaleza. Sos convocado, generalmente, para encargarte de algo específico: realizar un diseño de producción y costos, búsqueda de financiación, articulación artístico-técnica, diseñar contenidos para comunicar. Son muchas las áreas que puede cubrir un productor ejecutivo y uno puede ser más fuerte en algunos aspectos y más débil en otros. Eso depende de la formación y la experiencia. Normalmente, en la primera reunión se definen tareas, pero sobre la marcha van apareciendo nuevas carencias que absorbe uno mismo o que llevan a la decisión de incorporar nuevas personas para cubrir esas necesidades”.
Finalmente, cabe preguntarse si la necesidad de que exista un productor para concretar felizmente un espectáculo, seguirá en ascenso. “Siempre hablando del teatro alternativo, me parece que es una figura que va creciendo. Se viene instalando en los últimos años, porque cada vez se observa en mayor medida la necesidad de que los colectivos cuenten con al menos una persona que pueda coordinar la enorme cantidad de tareas que requiere un proyecto teatral para llevarse a cabo”, arriesga Andrea. “No creo que pueda hacer una reflexión acerca del antes, no tengo tanta experiencia. Sólo espero que en el futuro se le dé el valor que esta profesión merece, para poder lograr el objetivo de montar un espectáculo y que cada integrante desempeñe la tarea que le corresponde y sólo esa. Muchas cooperativas, por falta de un productor, terminan haciendo todo entre todos y esto, por lo general, trae complicaciones y se hace mal”, aporta Vanina. Para cerrar, éstos son los vaticinios que, con un aporte humorístico, hacen Travnik y Cabrera: “Antes no se sabía que existía el productor y las tareas que cumplía, ahora no se sabe muy bien para qué existe y qué es lo que hace, pero es requerido, y en el futuro, creemos que será un mal necesario ¡Jajajajaja!"