Ignacio Apolo, director, dramaturgo y escritor tiene, desde hace pocos años, un blog titulado La Diosa Blanca. En homenaje a la luna de Apolo. En él vuelca sus reflexiones desde su mirada de dramaturgo y teatrista sobre algunos espectáculos de la nutrida cartelera porteña. Por otra parte, tiene en cartel en el Beckett Teatro el espectáculo Rosa mística escrito y dirigido por él, y, por si fuera poco, se encuentra en el proceso de ensayos de una obra que escribió junto a Laura Gutman (reconocida autora de libros para madres y padres con niños pequeños) y Florencia La Rosa (guionista de cine y televisión) que se llamará Posparto. En esta entrevista hablamos de todo esto y un poco más también.
-¿Por qué decidiste armar un blog con comentarios teatrales?
-Cuando nació mi hija tomé la decisión de dejar de dar clases en universidades privadas, en materias y talleres que no tenían nada que ver con la dramaturgia o la dirección, ya que le quería dedicar tiempo a mi trabajo como dramaturgo. Yo no pertenecía a ese mundo, pero le dedicaba muchas horas a dar clases. Me di cuenta muy tardíamente en mi vida, casi a los cuarenta años, que eso no reciclaba. Decidí entonces que no quería buscar más dinero en espacios que no tuvieran que ver con mi profesión. Tengo una formación académica, una formación teatral y un parecer muy especial por escribir textos de dramaturgia, narrativa y cuentos, o artículos críticos. Creo, entonces, que mis artículos del blog tienen su antecedente en la utilización del correo electrónico a partir de los '90. A través de e mails compartidos con gente del palo teatral, en aquel entonces iban y venían mis reflexiones. En ese momento en que nació mi hija me dije: "si yo libero todas estas horas de las clases en universidades, debo poder escribir por lo menos una vez por semana cosas. ¿Por qué no escribir sobre teatro, entonces?". Cuando nace Luna, decidí crear un blog en su homenaje. Por eso se llama La Diosa Blanca, por el mito de la luna. Y allí, posteriormente, decidí volcar mis escritos sobre teatro. En ese momento no me acreditaba como prensa ni nada en los espectáculos. Jamás se me había cruzado por la cabeza hacerlo. De vez en cuando me invitaban a ver una obra como amigo o dramaturgo. En algún momento, el actor Pablo Messiez me dijo que fuera ver lo que el hacía, de Daniel Veronese, La noche canta sus canciones, del noruego Jon Fosse. Como sabía de mi blog me recomendó que me presentara como prensa, en vez de que él me diera las entradas como su invitado, ya que veía que yo, después de ver los espectáculos, escribía notas sobre teatro. Le hice caso. Me presenté ante la agencia de prensa de la obra diciendo que tenía pensado escribir reseñas una vez por semana sobre espectáculos y resultó. Me acreditaron y me empezaron a llegar todas las gacetillas de esa agencia. Así decidí presentarme en cada agencia y comencé a recibir las gacetillas y a asistir a los espectáculos y publicar más reseñas. En literatura y poesía es más común que los mismos escritores escriban reseñas sobre libros, pero en teatro no se da mucho esto. Creo que es porque, en general, los dramaturgos de mi generación para adelante vienen de la actuación, entonces la posibilidad técnica de hacer esto no se da mucho, pero para mí tiene muchas ventajas.
-¿Cuáles?
-Primero, es un modo en que yo puedo solventar ver una obra de teatro por semana, que para un periodista es poco, pero para un artista no, o porque tiene función o porque no puede. Pero además de ver la obra, puedo escribir algo que me inspira esa obra. Trato de ir a ver aquello sobre lo cual, de alguna manera, tengo cierta expectativa de que me va a gustar. En mi caso no es necesario dar una opinión crítica con un puntaje, no es mi función social. Entonces, después de ver el espectáculo medito y observo y trato de conectar con algún paradigma. Trato de hablar de algún tema paralelo que para mí conecta con el espectáculo. También me interesa amplificar la mirada del que lee. Lo que tengo entendido es que para escribir en un medio tenés que escribir sobre el texto, la actuación, el director y no mucho más porque no te da el espacio. Acá yo puedo hablar de cualquier otra cosa. Con una ironía cálida juego a escribir una síntesis argumental en dos renglones de una obra.
-Es como jugar al periodista que tiene que sintetizar en dos renglones.
-Exacto. Juego a eso. Y le pongo de título Síntesis Argumental, a propósito. Después hablo de cualquier otra cosa que me interese, pero siempre en función de algo que me evocó la obra que acabo de ver.
-¿Por qué hacer una reflexión critica sobre obras de teatro, en vez de decidir escribir una escena por semana o un cuento? Te lo pregunto pensando en esto que me contás acerca de que dejaste muchos trabajos que no te interesaban para volcarte a la escritura.
-¡Mirá que lindo lo que me preguntás!, porque en realidad pensé, en un principio, en hacer eso, escribir un cuento o una escena, pero es algo que lo hago igual, porque siempre estoy en proceso de escritura de alguna obra. Pero es verdad que decidí tener una política de inserción en el ámbito teatral ya que estuve un tiempo viviendo afuera del país, y en el medio teatral dio la sensación de que estuve afuera más tiempo del que realmente estuve. Para eso me sirvió el blog. Aunque yo escribiera dramaturgia desde acá, daba la sensación que yo no estaba en Buenos Aires. Creo que con el blog volví, para el ambiente teatral, que con el blog me volví visible. Esto tuvo que ver con que yo estaba muy encerrado en otras cosas, tal vez trabajando en otras cosas que no tenían mucho que ver con el teatro, pero me daban de comer. Amparado en el tema de la subsistencia, desaparecí un poco del mapa. En realidad no desaparecí, sino que estrenaba esporádicamente. No estaba inactivo, pero estaba invisible para el resto. Por otro lado, el hecho de escribir reseñas sobre obras me permite ocupar un lugar que no ocupa nadie: el de un colega que te hace una devolución respetada de la obra. Toda la gente quiere que vaya, y no sólo por la difusión que le puede dar al espectáculo, sino porque le interesa mi mirada. Nadie deja de saber que Ignacio Apolo es un director o dramaturgo, porque no dejo de aprovechar el blog para contar de mis proyectos, aunque sea brevemente. También está el álbum de fotos de mi nena.
-Eso me sorprendió. Lo de exponer tu intimidad.
-Es que uno no se da cuenta. Yo no se cuánta gente hace clic y está chusmeando. Bueno: ahora me hacés pensar sobre esto. Yo armé el blog por mi hija, para poner las fotos y que las vieran mi familia y amigos. Y si yo no hubiera avisado, nadie hubiera sabido de su existencia. Sólo lo veían los familiares y amigos. Es después que decido poner las reseñas de las obras y eso de las fotos quedó. El blog pasó de ser algo íntimo a ser algo semi público.
-¿Cómo es la recepción de las reseñas?
-Por lo general la gente no comenta pero lee las reseñas. Una vez pasó que se armó un foro paralelo de discusión entre los mismos comentaristas, pero no suele suceder que respondan sobre la reseña. Otra cosa sería la polémica, como réplica a lo que se escribió, pero es otra entidad.
-¿Alguna experiencia en particular a relatar sobre las reseñas de tu blog?
-Hay una reseña muy famosa del blog sobre Rey Lear dirigida Rubén Szuchmacher. Se hizo famosa porque fue escrita en la sala de aislamiento por la Gripe A con Luna, mi hija, entubada con oxígeno al lado mío, y mi esposa durmiendo a su lado. Es muy conmovedora la reseña por el contexto en que se escribe. Al final no pasó nada con Luna, fue sólo un mal momento, difícil para ella y para nosotros. ¿Cómo hacer para que una nena que gatea no se mueva? Se me ocurrió escribir la reseña a la noche, en el cuarto, cuando ellas se durmieron. Ésa fue una semana que me cambió la vida, por el susto que nos dimos. Decidí sentarme a escribir en ese momento porque cada cuatro horas había que nebulizar a la beba y no tenía que dormirme. Algo tenía que hacer, canalizar por algún lado eso que nos pasaba. Me senté y escribí sobre Rey Lear, mezclado por esa experiencia. Después nos dieron el alta y resultó que la bebe tenía gripe común... Mucha gente se acercó a preguntarme como estaba mi nena, todo a partir de esa reseña. Ahí es que consta que las reseñas se leen.
-¿Por Facebook, etc. te terminás enterando cosas de la gente? ¿En que ámbito queda todo eso?
-Ése es el fenómeno nuevo que engendra esto. Hay personas que exponen más su intimidad y otras no. Yo puedo tener las fotos de mi nena en el blog, pero en Facebook no te meto nada personal y no me interesa la vida personal de los demás. La diferencia está en el poder de poetización que tengo en La Diosa Blanca. Hago eso porque escribo un artículo sensible y poético respecto de una obra de arte. Aunque me pueda haber parecido muy mala, buena, regular o lo que sea, la convierto en un acto poético y literario. Para mí es una obra ese blog. Entonces te puedo decir que yo escribo una pieza de escritura literaria una vez por semana y con una exposición fuerte.
Rosa Mística y la temática teatral endogámica
-¿Cuál fue la imagen o idea que te llevó a la escritura de Rosa Mística?
-La imagen que llevó a la escritura de Rosa Mística fue la de una nena chiquita que estaría en primer grado, hija de un amigo, que en el pasillo de Aeroparque, donde fue a despedirnos por un viaje, salió corriendo y se arrodilló en un altarcito de una capilla típica de aeropuerto, se persignó y se puso a rezar. La madre, con una sonrisa, dijo: "¡Ah!, desde que va a esta escuela hace eso todo el tiempo". Me impresionó mucho y se ligó en mi cabeza con una antigua imagen mía: mi padre de pie a mis espaldas en una misa de Ramos (yo tendría 8 ó 9 años) tomándome la mano y enseñándome a golpearme el pecho: "por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa". Repito: 8 ó 9 años. Para la religión, nacemos culpables. Esa imagen está omnipresente en Rosa Mística, como habrás visto.
-Sin embargo, escribiste la obra para el director británico David Gothard. ¿Eso significó alguna modificación en el texto al momento de su escritura?
-Si. La obra fue pensada y escrita, en principio, para el director británico, que estaba en 2006 dirigiendo una obra en Kosovo con actores serbios y musulmanes, ex enemigos de guerra, y que me escribió desde allá: "Ignacio, no te olvides que quiero dirigir una obra tuya en cualquier lugar, en cualquier idioma". Y yo me dije: "escribamos una a propósito". No me parecía interesante escribir una comedia negra sobre nuestra familia disfuncional, así que pensé: "¿qué cosa es profundamente argentina, qué cosa nos distingue y nos identifica, además de la remanida y remanente pintura de clase media? Y me respondí: "los cartoneros. Los cartoneros, la villa, eso es profundamente argentino, profundamente nuestro". Más la religión católica, por encima, y el culto popular, abajo. Ésa es la identidad nacional, me parece, por excelencia, en este bicentenario. No es ésa la "argentinidad", porque ideológicamente estas imágenes están negadas (creemos que somos otra cosa, no Paco, pibe chorro y zapatilla con resorte). Creemos que somos otra cosa, y pretendemos creer que la villa no nos representa.
- ¿Cómo pensás lo religioso en general y cómo esta tratado el papel de la iglesia en la obra? Y las otras instituciones como la familia o la policía, ¿qué reflexiones te merecen?
-Pienso que hay una religiosidad popular muy extendida, vital y omnipresente, pero que nada tiene que ver con el dogma. Es la religiosidad que no tiene un dios único, todopoderoso, creador del cielo y de la tierra, etc., sino una multitud de patronos, santos, pequeñas deidades, vírgenes, íconos, etc.: un San Cayetano para el trabajo (culto que no es a Dios, es al Cayetano de Liniers), un San Expedito en estatuitas y estampitas, una virgencita aquí y allí, un Gauchito Gil muy extendido, la antigua Difunta Correa, etc. La religiosidad habita allí, y los curas son tan intermediarios con esas deidades como los pastores protestantes, los altares de banderas rojas, las velas en una habitación. La religiosidad popular es politeísta, idólatra, colorida. La religión ocupa un lugar en mi pensamiento, no en mi vida. Lo ocupó y mucho, porque me formé en el colegio La Salle y fui muy practicante y líder de grupos en mi adolescencia. Su discurso me fascina, su tono, la entonación de sus rezos y prédicas me parece profundo y tremendo: no te olvides que la escuela laica no es típicamente argentina; lo típico nuestro es la escuela y el colegio confesional. El Estado mantiene con sus subsidios y privilegios allí -no en sus escuelas públicas- la formación de sus cuadros y líderes. La iglesia sobrevive cómoda y perfectamente, creo, por dos motivos: primero, porque se adapta sinuosamente a la religiosidad popular: acepta los santitos, los cultos, los devotos, todo, y termina poniendo una capillita en el corazón del culto hereje a la Difunta Correa en San Juan. Y, fundamentalmente, porque está entretejida en el núcleo de la educación de las clases medias y altas de nuestro país. De allí, lo ideológico es suyo.
-Esto se ve en Lauchi, el personaje adolescente que es de la villa.
-Claro, porque ese texto del Lauchi es un dogma absoluto de la iglesia. Por ejemplo, no se piensa, no se hace consciente: es el susurro, el soplo constante tras la opresión y la represión. Es tremendo su dogma, que en muchos lugares ronda el absurdo, de que los bebés no bautizados van al infierno. Ligado a esto, la familia hace lo que puede. En ese sentido, sabemos, la familia es el núcleo neurótico de nuestra cultura. Pero Rosa Mística no se ocupa de eso, porque todas las demás obras se ocupan y muy bien. Rosa Mística reflexiona sobre la familia y la política, la familia y la calle, la familia y la formación/represión/victimización de los niños.
-¿Cómo abordaste el proceso creativo del espectáculo?
-El texto fue elaborado en distintas etapas por mí, antes del inicio de los ensayos. Con los ensayos, de tres meses en el mismo escenario donde la estrené (Centro Cultural Konex), la puesta espacial surgió espontánea. Pero antes, concebí el espectáculo como una obra y también una partitura, una música a ser oída, porque las voces del culto y de los marginales, y de la tele y de la represión debían ser oídas. Llamé a Pablo Bronzini y él hizo la dirección musical del espectáculo. Todo lo que escuchás -voces superpuestas, letanías, audios de televisión actuados, rezos "intervenidos", etc.- está compuesto por Pablo y por mí. Por otra parte, la labor del actor que estrenó el personaje de Lauchi, Tahiel Arévalo, aportó todo el lenguaje del cartonero bonaerense: un enorme talento puesto a completar la dramaturgia de la obra. Y apoyado en la notable calidad interpretativa de Ana Pauls, los ensayos fluyeron. Ana es una actriz muy joven que puede manejar la hondura mística, espiritual de su personaje, sin perder lo infantil. Y luego, Amanda Busnelli encontró la zona límite de la cordura, Mario Jursza es un policía exacto y el notable Alejandro Dufau parece salido de una misa verdadera: la parte del público que tiene antecedentes católicos siempre está a punto de responder sus invocaciones con un "amén". Eso es muy gracioso y muy terrible. En la reposición, la iluminación mejoró enormemente por las características de la sala Beckett, donde Gabriel Caputo pudo hacer su trabajo con más soltura. Párrafo aparte para dos cosas: el vestuario de Claudia Tomsig, que tuvo que dar la imagen a la vez realista y a la vez estilizada de los personajes típicos, junto a una Rosa atípica, y logró algo muy interesante. Y Federico Howard, que entrenó y plantó las escenas de violencia física que, a mi juicio, elevan la obra a otro grado de misticismo.
-¿Qué lugar ocupa Rosa?
-Rosa es víctima del entorno violento, y a la vez abandonado a su propia suerte, del lugar donde vive: esa frontera con lo marginal. Se refugia del descuido y toma para sí la bandera de la redención, algo que he observado yo mismo en muchos niños sensibles: "¿Qué puedo hacer yo para salvar al mundo del horror?", parecen decirse. Rosa lo hace y lo lleva a la práctica según la prédica del dogma. Y siendo una niña no puede sino terminar en un terrible (y bendecido) sacrificio.
-¿El teatro que tiene para decir hoy a la gente? ¿Hay una endogamia en los temas que aborda el teatro?
-El teatro puede digerir, elaborar y poetizar vivencias colectivas, devolviéndolas a la platea en una nueva vivencia ritual que lo distingue de la televisión, en tanto es, en sí mismo, una celebración de vínculos: la gente va al teatro, no se queda en su living o cocina, se junta (como en un recital, como un partido de fútbol) a ver una experiencia que, a su vez, también se distingue del cine en tanto sus oficiantes (sus artistas) se ofrecen en vivo. Esa energía (Jorge Dubatti, creo, la llama "convivio"), esa copresencia es un eco atávico, necesario de los ritos de las comunidades, mediante los cuales se reconocen como grupo y elaboran sus sueños, pensamientos, deseos y temores. En ellos la comunidad, la asamblea, se restituye como tal. Evidentemente, la familia de clase media y sus vivencias intramuros son el gran tema histórico de la comunidad teatral argentina, que se complace una y otra vez en recrearse, en verse, en oficiarse (sea a través de una sutil puesta de Romina Paula en el Espacio Callejón, sea a través de un texto americano situado en Oklahoma, en el Agosto dirigido por Claudio Tolcachir). En cambio la calle (y la política, y el poder, y el delito, y la violencia expresa) son la frontera de la clase media, el más allá, el lejano oeste salvaje, tras los muros de vigilancia, desde hace por lo menos 25 años. La calle no nos pertenece más. Es de los otros. Y esos otros, capturados por el ojo de las cámaras de TV, son demasiado "otros". El teatro no tiene mucho para decir, pero tendría una enorme tarea por hacer, si se trata de reconocer lo nuestro en ello, y transformar, como diría Wilfred Bion, el terror sin nombre en una vivencia que podamos pensar.
- En este sentido, ¿estás pensando en un tipo de público consumidor de Rosa Mística?, ¿algún intento de sabotear expectativas?
-El público consumidor de Rosa Mística que yo espero es exactamente el mismo que va a ver otras obras del teatro off en Buenos Aires. Habría, digamos, un público enterado, no masivo, que recorre entre 10 y 15 obras del off por año. Rosa Mística se dirige, en principio, a él, como una oferta de incorporar un tema y una imagen nueva a su mirada; correrlo, sí, de la endogamia, para que advierta y vivencie la novedad de esta poetización de lo que está del otro lado de la frontera social, plagado de elementos que reconoce. El teatro, para este público, es un territorio absolutamente conocido, un medio excelente, me parece, para que se "contamine" con esta vivencia.
-Juguemos a que escribas la síntesis argumental, como lo hacés en tu blog, a modo de periodista experto, en una buena síntesis con pocos caracteres.
- Jugando a la síntesis argumental tipo blog: "Bajo Boulogne, operativo antidrogas: una bala policial atraviesa la cabeza de un bebé villero mientras su madre lo usa de escudo humano. La villa entera le levanta un altar y lo instituye como el santito del barrio, hijo de narcos, muerto por la yuta. Pero la joven Rosa se opondrá a ese culto hereje e iniciará, con la ayuda del Lauchi -amigo, cómplice, pibito cartonero- una campaña en contra que no estará exenta de culpa, violencia y sacrificio".