El próximo fin de semana es el último de El Porvenir, festival organizado por el grupo Efímero y el Club Cultural Matienzo, que se propone dar un espacio de visibilidad al universo de 12 directores menores de 30 años. En ésta, su cuarta edición, la propuesta abarcó varias salas (en las anteriores se realizaba únicamente en Matienzo, sala que integra el Colectivo Escena). Paula Baró, Julieta Potenze y Maia Minovich, que forman parte del entusiasta equipo organizador, hablan acerca de las motivaciones que las llevaron tanto a ellas como a otros jóvenes a lanzar este particular festival y comparten aquí su mirada del mundo.
-Para empezar: hay un motivo evidente que los reúne en El Porvenir: la edad que los directores deben tener para participar de este ciclo, es decir, menos de 30 años. ¿Pero qué más tienen en común quienes participan y quienes organizan? ¿Hay una mirada compartida sobre algunos temas? ¿El Porvenir apareció, también, por una necesidad de producción?, ¿apareció porque había problemas de visibilidad? En definitiva: ¿por qué se juntaron?
Julieta Potenze: - Nos preocupaba un tema de visibilidad y de producción, nos interesaba conocernos con nuestros contemporáneos hacedores de teatro y generar la posibilidad de la existencia de un circuito o un espacio para poder mostrar. Es que cuando empezamos a hacer teatro nos costaba muchísimo acceder a que nos programaran en las salas. Hicimos nuestras primeras obras en lugares muy insólitos. Y entonces nos pareció un aporte para nuestros contemporáneos el hecho de tener un espacio de encuentro, de muestra (hacia afuera y hacia nuestros pares) para compartir lo que estábamos haciendo. De hecho en la primera edición de El Porvenir la mayoría de los directores que participaron era gente que nosotros conocíamos por el hacer o eran amigos de amigos. De ese primer grupo surgió el sistema de programación que tiene El Porvenir, que es muy particular ya que nosotros no hacemos curaduría sobre las obras.
Paula Baró: -El nacimiento de esto tiene mucho que ver con algo que es muy propio de nuestra generación: la diversidad, los problemas de visibilidad, el respeto al trabajo del otro, valores comunes en los que tenemos 30. Esto de aceptar la diversidad tiene relación con el hecho de que en El Porvenir no haya programador y con que se abarque, en cambio, un espectro tan amplio. No queremos decir “el teatro es esto”. En una misma noche podés ver algo biodramático y algo ficcional basado en la literatura de Europa del este, y otra obra que es un mundo oscuro y perverso. No queremos poner un centro.
-Da la senación, por lo que afirman con tanta vehemencia, que les parece que esta amplitud de la cual se enorgullecen no existe en los hacedores de teatro que los precedieron.
P.B.:- No es que nos parezca. Es. La generación que nos precedió es mucho más individualista. Hay experiencias de teatro de grupo, pero muy poco y también hay una tendencia muy fuerte hacia las carreras individuales, hacia la figura de director/autor. No está mal. Es lo que pasó en determinado momento histórico.
J.P.: -Tampoco estamos en contra de que hoy ciertas salas tengan líneas de programación. Es algo que existe y es así. No hay un juicio peyorativo sobre eso. Sólo que no es lo que nosotros quisimos hacer.
P.B.: -Esta idea de festival estaba en el grupo Efímero desde antes de llegar al Club Cultural Matienzo. Pero sentíamos que hacía años que navegábamos por espacios que eran cualquier cosa. Hacíamos las obras en lugares que no tenían baño, por ejemplo. Y cuando vinimos a Matienzo nuestros proyectos se expandieron. El Porvenir es un proyecto de Matienzo y Efímero juntos, porque no hubiese sido posible concretarlo si no se hubiese hecho acá. La primera edición fue sicótica: había funciones en toda la casa. Queríamos que fuera futbolero, rockero, que fuera un descontrol. Había algo de festival/fiesta.
Maia Minovich: -Por más que se haya ido acomodando con el paso de las ediciones, este año nos dimos cuenta de cuán fiestero es El Porvenir. El año pasado fue la edición más sofisticada. Y este año quisimos sacarlo de Matienzo y nos dimos cuenta del nivel de adrenalina que manejábamos.
P.B.: -Es muy intenso. Hacer tres obras en una noche lo es. La gente viene y, mientras vos estás cambiando la escenografía para la obra siguiente, espera. Cada minuto que tardás en largar la función es un minuto que la persona está afuera. Eso nos hace correr.
J.P.:-Los elencos que se cruzan se ayudan a armar, desarmar, a reconectar los cables. Es una bola de gente moviéndose al mismo tiempo.
-¿Cómo se modificó el festival con el correr de la ediciones?
P.B.:-El primer año lo hicimos en toda la casa. No teníamos reglas. Cada director eligió dónde quería hacer su obra. El segundo y el tercero lo hicimos en la sala A, la que en Matienzo quedó para teatro. Este año, como no parábamos de agregar funciones, nos mudamos a algunos espacios del Colectivo Escena. Hablamos con compañeros de la agrupación que tenían salas más grandes, que son El Perro, Defensores de Bravard y Abrancancha, y les contamos el proyecto. Todos los conocían y la reacción fue de alegría. Así que éste es el primer festival en 4 sedes. Es increíble tener salas más grandes. Puede venir público de verdad.
M.M.: -Antes se agotaban las entradas con los amigos de amigos. No teníamos la posibilidad de difundir. Es la primera vez que nos propusimos hacer difusión.
P.B.: -Y también nos propusimos invitar a todos los de Escena, porque muchos de los trabajos de El Porvenir después se estrenan. Pensamos que la visibilidad no es algo de una persona sola. Nos parece que si alguien dice que participó en El Porvenir, tal vez le sea más fácil conseguir espacio para su obra. Por eso invité a gente de las salas.
-¿Cuando decís “invité”, en primera persona, es porque tienen roles y vos te ocupás de la prensa, difusión, etc., y otro de la producción, por ejemplo?
P.B.:- Sí. En este momento somos 7. Tenemos personas que hacen la producción técnica. Otras que se ocupan de la comunicación, la imagen, coordinan el registro de todas las obras, etc. Tenemos diseñadores que trabajan en colaboración, es decir, no son del grupo organizador. Hay encargados de la producción ejecutiva y otros roles.
- ¿Cómo se les ocurrió lo de El Porvenir? Yo, que soy de una generación anterior, diría, más bien “el futuro llegó”.
P.B.: -A mí también me gusta el Indio Solari. Por eso le pusimos Efímero a nuestro grupo.
-Quiero decir con esto: ¿cómo se ven?, ¿qué les preocupa? La idea de una generación no tiene que ver únicamente con tener determinada edad. ¿En qué piensan cuando dicen “el porvenir”? ¿En que son el teatro que se viene?
P.B.: -Por un lado el nombre surgió relacionado con el cuadro de fútbol. Queríamos que esto fuera un semillero, y El Porvenir, un club que no está en la A, fue fundado por unos anarquistas. Nos pareció espectacular y romántico. Nos atraía eso de correr la cuestión de un lugar solemne. Queríamos que esto fuese algo que sucediera por fuera, algo así como un lado B.
M.M.: -En relación al semillero, nuestro primer logo tenía que ver con un brote en crecimiento, un germen en desarrollo.
P.B.:-De las primeras ediciones ya hay algunas personas que son, claramente, referentes generacionales: Lucía Panno, Nacho Ciatti, Nahuel Cano, Lucía Moller, Lucas Olmedo. No sé si todos lo serán, pero hay algo especial en esto, porque te elige tu colega y entonces no va a elegir cualquier cosa.
- Cómo es eso de “te elige tu colega” ¿Si no hay curaduría, cómo se decide que espectáculos van?
P.B.:-La curaduría también tiene que ver con el nombre.
J.P.: - Creemos que no hay nada mejor que la joven generación para recomendar jóvenes hacedores de teatro. Y como nosotros vamos a envejecer, pero vamos a seguir haciendo El Porvenir, la idea desde el comienzo fue que los 12 directores de cada edición fueran programadores de la siguiente.
P.B.: -Cada uno de los que participa se compromete a recomendar a alguien para la edición siguiente. Estar programado te convierte en programador. Es parte del juego, desde el primer día, decir a quién le dejás tu lugar.
J.P.: -Les pedimos el mismo compromiso en esa elección que el que tienen para hacer sus obras. Después vienen a ver el trabajo del que programaron. La idea es, también, que cuando uno va a buscar sala se enfrenta con los programadores. Así que esto es como jugar por un rato a cumplir ese rol y ver qué te pasa. Pensar en qué elegís a la hora de programar.
M.M.: - Y cada año, entonces, hay 12 criterios de elección diferentes.
P.B.: - Con esto de tener que programar, resulta que no se trata de participar en el festival y chau. Hay que venir al año siguiente, ver. Ese día, el director que participó el año anterior vuelve a vivir el festival desde adentro. En esta edición agregamos, además, las mesas para hablar de teatro, en las que participan ex El Porvenir. Y este año hay gente súper chica. El festival también es eso: no necesitás tener 40 para participar en él. A veces llegar a tener determinado espacio te lleva 10 años. Y quizás dentro de 10 años ya no seas ya tan buen director, porque estarás más viejo. Hay algo de esa mirada joven, algo impune, que tiene mayor arrojo y pureza (no en todos, por supuesto, pero sí en muchos) y el festival pone el acento en eso.
- Hay algo desacartonado en lo que cuentan. Decir “sub 30” también remite a un universo deportivo. Ahora bien: hay algo en todo esto que marca un cambio de época. No una consecuencia directa de los hechos políticos y sociales, porque la cosa nunca funciona así, sino más bien como un diálogo. Pero me pregunto ¿hablan de esto? ¿Lo notan?
P.B.:-Claro. Todo esto es pos asambleas, pos 2001. Hay algo de la construcción colectiva. Tuvimos una adolescencia menemista: los 90. Luego un vacío impresionante, tres años de nada, y después la reconstrucción. Somos parte de eso. Una situación colectiva que nos involucró como país a todos. A unos más y a otros menos, pero a todos. Así que nos volvimos arremangar y dijimos “bueno: a trabajar”.
M.M.:- No sé si a todos los teatros de Escena les pasa, pero por ejemplo Matienzo y otros espacios parecidos son una clara consecuencia pos Cromañón, una clara consecuencia de las circunstancias que marcan el contexto en el cual surgen todos estos espacios que también son producto de una generación que busca trabajar de otra forma, colectivamente, que tiene ganas de producir sin que alguien venga a rescatarla o a descubrirla.
-¿Por qué decidieron hacer las mesas?
P.B.: -Una noche nos juntamos todos a cenar y elegimos 9 de los 36 que habían pasado (los otros que siguen vinculados con la dirección ya estarán en algún momento). Lo que se conversó esa noche fue que había que empezar a hablar. A veces sentimos que se hace referencia a nuestra generación diciendo que se espera que hable. Existe algo así como una idea de que no hay nada, de que después de tal, tal y tal no se dijo nada. Y para mí vos vas a ver muchas de las obras de esa gente que este año vino a hablar a la mesa y son espectaculares. En la charla a la que vino Lucía Panno ella dijo: “Siento que tejo y que mi trabajo está relacionado con unir retazos”. Ése es el concepto de lo contemporáneo, el pastiche, el collage. Y no sé quién dijo después: “Claro: es como si estuviesen esperando que rompiéramos algo y nosotros estamos intentando tejer”. No somos una generación de ruptura. No se puede romper nada más acá. La sensación es que estamos haciendo pequeños Frankenstein. Esa frase me parece enorme. Todos nos identificamos con eso. Estamos tejiendo.
- Y ya que hablamos de El Porvenir. ¿Cómo se sueñan?
P.B.: -Sueño con seguir disfrutando.
J.P: -Con no perder la pasión que nos mueve. Sueño con que no nos quedarme en un lugar y decir “llegué hasta acá”.
P.B.: -El festival siempre va a ser joven. Me gusta mucho lo joven.
M.M.:- Lo joven entendido como una energía arrolladora. Yo sueño con mantener la adrenalina, mantener el deseo. Y creo que el mismo contenido del festival condiciona la forma. Hay algo de estar fuera de la curaduría que hace que cada año nos sorprenda con cosas nuevas. Creo que eso hará que El Porvenir no se estanque nunca.