Final de partida

Inspirada –aparentemente- en Rey Lear de William Shakespeare y en el Libro de Job, Final de partida transcurre en un espacio cerrado, gris y asfixiante, en un mundo deshabitado. No hay referencias específicas que indiquen de qué espacio se trata, pero es claro que los personajes que lo habitan no pueden salir de allí: Hamm es una suerte de rey desposeído, paralítico y ciego, cuyo trono es en realidad una silla de ruedas. Establece con Clov -quien, en contraposición a Hamm, no puede sentarse- una relación de amo-esclavo, aunque también hay un cierto vínculo padre-hijo. Por otro lado, Nagg y Nell, padres de Hamm, viven “animalizados” en tachos de basura dentro de ese recinto, con lo que su encierro se intensifica.

La obra gira en torno a la degradación y repetición a través del tiempo, la certeza y a la vez la incertidumbre que la muerte trae aparejadas, y la vacuidad y el desmoronamiento del mundo.

Según el teórico polaco especialista en Shakespeare, Jan Kott, también “el tema de Rey Lear es la descomposición y el derrumbamiento del mundo” pero “en la tragedia moderna, la historia sustituye al destino, a los dioses y a la naturaleza. La historia es el único sistema de referencia”. Sin embargo, como señala Lucas Margarit en Samuel Beckett. Las huellas del vacío, este sistema también se pierde, si no hay posibilidad de progreso, y la obra de Beckett es sintomática de esa imposibilidad. La historia se reduce, como los demás sistemas ordenadores del mundo, a un vacío de alternativas de elección.”

Final de partida fue estrenada en Londres y en París en 1957 por el director Roger Blin, a quien Beckett dedicó la obra.

Como director, Alfredo Alcón trabajó en El caballito soñado, obra en base a una selección textos de varios autores (Teatro San Martín, 1990), Los días felices de Samuel Beckett (Teatro San Martín, 1994) y El gran regreso de Serge Kribus.

Asimismo dirigió y protagonizó Final de partida en 1990, cuando la Alejandra Boero inauguró la sala de Andamio 90.

1 Histórico de funciones