Al servicio de la comunidad

(epopeya isabelina)

Tercera y última parte de la Trilogía Argentina Amateur, “Al servicio de la comunidad” propone una referencia doble: por un lado el tono grotesco que atraviesa el resto de las piezas se mantiene intacto aquí; por otro, se hace más crudo, apelando a reminiscencias shakesperianas que se exhiben en la superficie y se replican en el Hamlet que los personajes intentan representar dentro de la obra. Teatro en el teatro, “Al servicio de la comunidad” genera también una estructura de acción que se adensa y complejiza gracias a las tramas paralelas y al color aún más trágico que el de las anteriores piezas: el humor estalla entre las grietas del celebrado proyecto liberal. La celebración del origen nacional muerde su propia cola: todo constituye parte de una epopeya que protagoniza la propia identidad argentina, engañada, vapuleada, víctima de su propia representación. Y en medio de la angustia, el arte como revolución infatigable, como último hálito de esperanza. Dudosa, pero esperanza al fin.

Síntesis argumental: Argentina, 1910. Triste madrugada en una casa de citas del centro porteño. Afuera reina la víspera nocturna de los festejos patrios. Estado de sitio, al mismo tiempo, para evitar desmanes de trabajadores descontentos, de ideologías foráneas, perniciosas. Adentro, al margen de la celebración oligárquica por el primer centenario de la Revolución de Mayo, un grupo de mendigos ha decidido rechazar la caridad y abrazar la causa del teatro como salida potencial de la miseria. Preparan un Hamlet. La tensión crecerá con las mujeres del local y también con la llegada de agentes políticos y terratenientes que necesitan de la mendicidad céntrica para que las delegaciones europeas continúen con sus empréstitos. Allí nace la disyuntiva entre política y teatro, y las pequeñas historias del prostíbulo abren líneas paralelas que confluyen en la tragedia final, reflejo ineludible de una tierra con destino enloquecido.