Meterse al mar

Luna ama la vida. Vive con intensidad desde el impulso y la espontaneidad. Suele guiarse por su intuición. Fluye. Viaja. Viaja liviana. Se aventura sin prejuicios (aparentes) desde el desapego. Theo vive en constante estado de alerta. En su afán de querer tener absolutamente todo bajo control, no se anima a salir de su zona de confort. Cada vez que lo intenta, se disparan en él muchos miedos. Miedos que llegan a paralizarlo.
Los caminos de Luna y Theo se cruzan y se genera un vínculo muy particular entre los dos. Juntos descubrirán que vivir es mucho más que respirar y que morir es mucho más que dejar de hacerlo. Y, que uno se toma la vida exactamente de la misma manera en la que se mete al mar.

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