martes, 14 de abril de 2020
Viernes, 10 de noviembre de 2006

Comunidad paradójica

Por Mónica Berman | Espectáculo Comunidad

“Y bien ¿hay que narrar minuciosamente tantos detalles insípidos, tantos acontecimientos insignificantes? La aventura no cabe en la profesión del etnógrafo.” Claude Lévi-Strauss.
¿Hay alguna razón que permita vincular las palabras del antropólogo francés con Comunidad,  la puesta de Carolina Adamovsky, basada en un cuento breve de Franz Kafka?

A simple vista no parece haber ningún tipo de relación entre el enunciado citado y la obra. Sin embargo, si se aguza la mirada, si se observa con mayor detalle, es posible pensar que la mirada de la dramaturga y directora, igual que la de Kafka, sobre una sociedad que es la propia, puede convertirse en el punto de partida para la distancia.
Porque es evidente que no se está mirando desde adentro. El espectador es, necesariamente, un afuera de esa comunidad y esto resalta el carácter etnocentrista de los personajes, incluso de los cinco para con el sexto.
La perspectiva etnocentrista, que hace de la cultura propia el criterio exclusivo para interpretar los comportamientos de otros grupos, razas o sociedades, está construida por los actores, pero desarticulada por la dirección. Y esto convierte a la pieza en un material sumamente interesante.
Que quede claro: estamos construyendo una analogía, nada más.
Pero las palabras del antropólogo son fuertemente productivas para la situación de la que queremos dar cuenta. Lo que sucede en el escenario (muy poquito, podría decirse prácticamente nada), es del orden de nuestra cultura, pero la decisión de focalizarlo, de exhibirlo para su observación, podría muy bien ser el detallado trabajo de un etnógrafo que observa una cultura ajena, que reconstruye gestos, movimientos, con un cuidado infinito. Y todavía sin jerarquizar.
Los pequeños detalles, incluso algo de lo insípido, lo que se pone en escena, es decididamente lo opuesto a la aventura.
Esta es la decisión de la puesta. No se narra una historia, aunque hay un conflicto inscripto en la escena, no hay, lo que se puede denominar, un argumento. 
Hay acontecimientos insignificantes, como sostiene Lévi-Strauss, descriptos minuciosamente. Eso es lo que hace Carolina Adamovsky. Cada gesto se multiplica, se extiende, pero la reiteración no contribuye a la comprensión.
Con semejante descripción, más de uno se preguntará cómo se sostiene. La respuesta es sencilla: los actores, con un trabajo impecable, son el sustento visible de la obra.
El título, en alguna medida, funciona como una paradoja (producto de la mirada kafkiana del mundo). Si una comunidad remite a un agrupamiento, si el término suele estar marcado por rasgos de sentido positivos, aquí sucede todo lo contrario. La comunidad se constituye como tal, a través de la expulsión, arbitraria además, de un  virtual miembro que pugna por integrarse.
El espectador, como el etnógrafo, puede también registrar aquello que no comprende, puede observar el aislamiento del sexto hombre, sin entender por qué le sucede. Tan incomprensible como si estuviéramos observando una cultura distante.

Publicado en: Críticas

Comentarios





e-planning ad